viernes, noviembre 22, 2024
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Una propuesta ante el naufragio escolar


Libre-mente

Por Ricardo Nieves


En las pruebas PISA del año 2019 la República Dominicana ocupó el lugar 146 de 148 países con baja calidad educativa. Hoy, sin cambios sustanciales, esa misma posición deviene insultante para la dignidad de todos los dominicanos. Somos, en educación pública, los peores del continente latinoamericano.

Empero, el problema de la escuela dominicana es el único que posee, y le sobran, según la experiencia de una década, recursos económicos suficientes para resolver, pertinente y adecuadamente la cuestión educativa.

El problema de la escuela dominicana es que enseña a leer muy poco, a pensar menos y, por lo tanto, a creerlo todo. La creatividad, en este escenario, es, sino imposible, retardada y nada prometedora. Nuestros niños están sometidos a una lotería del aprendizaje, de ahí la poquísimos niveles óptimos y la baja cantidad de la excelencia educativa. Ofende saberlo: apenas 0.75 de cada 100 adolescentes ingresan en este destacado renglón. Y es que, ni el azar convoca talento ni los caprichos son forjadores de conocimientos reales.

Como tantas veces se ha dicho, y medido, la causa principal de este desencuentro radica en la desactualización metodológica, ausencia de estímulos comprometedores entre docentes y discentes y, producto de lo anterior, desvinculación o inutilidad de las nuevas herramientas tecnológicas al servicio de la didáctica posmoderna y la comprensión analítica.

Los docentes, provenientes del mismo recuadro de aquella deficiencia histórica, no pueden avistar otro horizonte ni escalar más allá de las posibilidades que, mal que bien, les ha provisto nuestro desnortado sistema educativo. Por vía de consecuencia, arrastran los sesgos y falencias de una propedéutica fallida, desactualizada y extraviada de principio a fin.

Porque la escuela recicla y rehúsa un método fracasado, año tras año, convirtiéndose en centro de reproducción y acumulación de datos malentendidos, memoria mecánica y juicios distorsionantes. Refundando, de forma cíclica, los niveles deformantes de su propio naufragio. Pensar, en términos epistemológicos y críticos, entraña una aventura abismal, sin horizonte previsto ni metas asignadas.

Como el problema es complejo y antiquísimo, demanda un abordaje sistemático, continuo y rupturista. Pues, en educación no hay revoluciones declaradas, solo existen procesos monitoreados, medibles y metodológicos. Vale decir, mediante un camino valorativo y a partir de un diagnóstico situacional, sin políticas piadosas, fórmulas mágicas ni terapias milagrosas.

Comprobada la desigualdad económica y social de los grupos poblacionales, visto el desempeño individual y las características especiales de cada estudiante, la metodología indica un deber diferenciador, segregando positivamente, de acuerdo con la vocación, talento y capacidad especial de cada sujeto y grupo en cuestión.

Ello sólo encaja dentro de en un Acuerdo Nacional (fiscalizable), donde cada esfuerzo de progreso y empeño de mejora sea admitido como política general, con evaluaciones ponderables, bajo la conducción del Ministerio como ente técnico-científico y humanístico. Aquí, el compañerismo partidario per se no tiene cabida; solo cuenta cuando, al margen de afiliaciones esté sometido, por disposición del reglamento común, a evaluaciones y competencias, fuera de adherencias políticas y preferencias partidarias.

Esto implica la despolitización de la ecuación escuela-estado y control técnico y gerencial del órgano escolar, trasparentemente tutelado por la sociedad.

Las dos lagunas primitivas del trauma educativo nacional son la lectoescritura y las matemáticas. La primera es fundamental, porque el lenguaje, además de ensanchar los horizontes del pensar, aumentar la cultura y la neurodiversidad cognitiva, constituye el vehículo ideal para todos los demás saberes. Las matemáticas, de su lado, perfilan la cartografía del razonamiento lógico-abstracto, fomentan la capacidad de razonar, la resolución de los problemas prácticos e incrementan el pensamiento crítico. Más que solucionar enigmas algebraicos, ayudan a reorganizar el rompecabezas de la vida misma.

Cada vez más, la algoritmización de la experiencia humana impone el pensamiento lógico-matemático, eje fundamental del conocimiento computacional, desde su amplitud sideral y herramienta multidiversa. Una escuela que, por descuido o desdén, desprestigia ese potencial está desenfocada, excluida del mundo-vida, del conocimiento multidimensional. La escuela dominicana sobrevive en una especie de intemperie epistemológica, decadencia cognitiva y enorme desfase crítico. Su misión principal y objetivo primario se pierden en la antesala del entendimiento, condenado permanentemente a naufragar.

Propuestas y buenas intenciones han aventado, sobre todo, el asombro de intereses mercuriales. Lo hemos padecido con creces, viviendo auténticos fracasos y repetidas frustraciones. Bastaría pensar los casi 30 mil millones de dólares gastados y desperdiciados desde el 2012 hasta el presente, con resultados que oscurecen la razón.

Sin embargo, una propuesta transformadora deberá revertir los tenebrosos desempeños de nuestros niños en las escuelas públicas que, para desgracia de todos, son los de peor formación en toda la región hispanoparlante.

La oscuridad del pasado no justifica las sombras de este presente inmerecido. De hecho, un grupo de cientistas sociales, profesionales diversos, han elaborado una propuesta convergente, factible, buscando mejorar el desempeño de nuestra escuela pública en los niveles iniciales, básicos y medios, en gramática, lectoescritura y matemáticas, tanto para alumnos como docentes. Si bien fracasaron en presentarla a tres ministros distintos de dos gobiernos diferentes, no perdieron la fe. A pesar de que cada oportunidad terminó en dejadez y decepción, han vuelto a replantarla con nuevos ingredientes y perspectiva actualizada.

Como antes, honoríficamente, no conlleva ningún pago para sus proponentes. Estaría bajo jurisdicción y control del Ministerio de Educación (MINERD), con participación de los maestros y la comunidad educativa en general. A la espera de un nuevo Ministerio que la acoja, la propuesta está hecha y…la suerte está echada.


 

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