viernes, noviembre 22, 2024

OTEANDO


Transporte y desarrollo


Por Emerson Soriano

Hay muchos parámetros en función de los cuales se puede medir el atraso o desarrollo de un país, pero, como lo constituya su sistema de transporte, ninguno. En todos los países desarrollados su sistema de transporte es ordenado y eficiente. Cuenta con instituciones que lo gestionan con arreglo a estándares de calidad que jamás descuidan, pero, sobre todo, sus habitantes han adquirido un grado de educación vial que facilita esa gestión impecable. Y, además, el transporte es masivo.

En la República Dominicana tenemos al menos tres instituciones dedicadas a trabajar con el tránsito vial (INTRANT, DIGESETT Y COMIPOL). Sin embargo, aun así, somos los campeones mundiales en accidentes de tránsito y muertes por dicha causa. Algo estamos haciendo mal. Pero ¿acaso puede imputarse a esas instituciones la responsabilidad exclusiva de la ocurrencia de accidentes en tal grado? En modo alguno. Porque podremos tener tantas instituciones como se les ocurra a nuestro Congreso crear para gestionar el tránsito vial, pero no nos servirán de nada mientras no se tomen las medidas que faciliten su desempeño.

Ninguna de las instituciones mencionadas tiene que ver con que aquí haya una rémora empresarial disfrazada de “sindicatos” que haya ordeñado con tanto éxito la vaca de las exenciones y que haya extorsionado más los gobiernos –con su ejército de delincuentes– para que les permita hacer con el transporte público lo que le venga en gana. Y para colmo, que estén organizados de tal manera que no solo siembran el terror entre los usuarios obligándolos a tomar el “servicio” que a ellos les da la gana de dispensar, sino que, además, se agencian y obtienen espacios en el Poder Legislativo con la intención de frenar lo que les perjudica y promover los que les conviene. De tal suerte, que este debe ser el único Congreso que tiene representantes que al hablar dicen “tenganos, éranos o ibanos”. Esto, sin contar la miríada de “padres de familia” –dignos sucesores de “El gran Marcelo”– que se dedica a hacer entregas rápidas o “delivery”. Estos han vuelto tan caótico el tráfico que para manejar en una de nuestras avenidas hay que tener más unidades visuales receptivas que los ojos de una mosca. No nos cruzan por encima porque a sus máquinas de muerte aún no les ponen alas.

Esta situación reclama la intervención asertiva del Gobierno mediante la disposición inmediata de la masificación del transporte público. No podremos alardear de que avanzamos mientras seamos los campeones en accidentes de tránsito. Eso no es desarrollo.


 

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