Más o menos esto traducía esa frase que tenemos de título, la cual era la consigna de los demócratas izquierdistas / anarquistas en las ciudades controladas por ellos, y que eran vociferadas precisamente por las multitudes de minorías que integraban o apoyaban a BLM (Black Lives Matter) luego de la muerte del delincuente negro George Floyd a manos de la policía, en un lamentable incidente, provocado por el mismo. Estas consignas las gritaban las mismas personas que estaban rompiendo cristales, abriendo las puertas y robando tiendas e, incluso, casas de familia.
Un ejemplo lo encontramos en un reportaje de la BBC en referencia a Portland:
«Ser agente de policía en general es un trabajo difícil. Ser agente de policía en Portland… Creo que es una de las áreas más desafiantes del país. Es peligroso, demandante y estresante».
Esto decía el sargento Aaron Schmautz, presidente de la Asociación de Policía de Portland. No hay que ser Albert Einstein para concluir que si delincuentes piden que se eliminen o reduzcan los fondos de la policía, no se les debería escuchar.
Pero eso fue exactamente lo que hicieron los demócratas, y luego de años haciendo precisamente eso, y quitándole fuerza y poder al cuerpo del orden, donde los mismo hasta temen enfrentarse a los delincuentes por las consecuencias, ha dado como resultado que en las ciudades de Estados Unidos gobernadas por ellos, tales como California, San Francisco, New York, entre otras, el crimen y el desorden acampen a sus anchas, provocando el miedo en sus habitantes e inversionistas, quienes se mudan a la carrera hacia estados gobernados por republicanos, donde la ley y el orden se imponen a fuego si es necesario.
Se calcula que solo en impuestos, California y Nueva York han perdido unos 54 mil millones de dólares en impuestos en el último año, y que las empresas se van a la carrera, siendo la última de estas Google, a pesar de ser una empresa totalmente entregada al globalismo.
En fin, son de las cosas que los habitantes de Estados Unidos ven y, en medio de este caos, son cada vez más las voces que se levantan pidiendo líderes fuertes, quizás recordando el viejo ejemplo de Rudolf Giuliani en Nueva York.
Rafael L. Olivo
