La democracia tiene sus bemoles, tiene altas y bajas. Unos destacan sus puntos fuertes, otros su fragilidad, y otros, su capacidad de resiliencia. Todos los sistemas reivindican para sí la democracia más genuina, solo que desde perspectivas conceptuales diferentes. La nuestra es una democracia capitalista. De la sociedad capitalista dice el profesor Rafael Ciprián: “La sociedad capitalista, para que funcione como debe ser o como mandan las relaciones sociales de producción, necesita que la burguesía, como clase social, tome el control del poder político (Cfr.
“Burguesía y poder”, periódico “El Nacional”, edición de fecha 28/01/23). La cuestión viene a cuento a propósito del conflicto entre el Colegio Médico Dominicano y las A.R.S. Es verdad que, en el caso de la Ley No.87-01, que instituye el Sistema Dominicano de Seguridad Social, muchos políticos han servido en bandeja de plata -de forma abyecta-, al sector financiero, máximo exponente de nuestra rancia burguesía, el manjar de un sistema rentable y útil solamente para éste; pues, a pesar de lo costoso que resulta para los afiliados, las migajas que dejan caer a éstos los propietarios de las A.R.S. -que son los bancos comerciales-, apenas cubren la cura de forúnculos. Y, como propietarios de las A.F.P., ni se diga. Sin embargo, a pesar de las trabas que les pone ese sector a los políticos, cabe esperar que el gobierno intervenga a favor del pueblo.
El momento político que vive el país favorece no una ruptura del poder político con el poder económico -eso sería delirar-, pero sí que, para el caso, el gobierno asuma la cláusula de “Estado Social” establecida en el artículo 7 de nuestra Constitución, propiciando una verdadera reforma de la indicada ley 87-01 que, sin impedir ganancias a las A.R.S. y las A.F.P. -ganancias justas, claro-, amplie la oferta de los servicios y beneficios a los afiliados del sistema, honrando así el principal fundamento de nuestro Estado, que lo constituye “la dignidad humana”.
La banca tiene que ceder en su afán de lucro desmedido y no obstaculizar el paso de una reforma real de la indicada ley. No vaya a ser que la ambición rompa el saco y haya que conformarse con cantar “Quisqueya” desde Miami, para remembrar años felices. Presidente Abinader, ningún plan de repostulación ni aspiración de ser reelecto tendría mejor soporte. Cásese con la gloria, someta ya ese proyecto con las modificaciones que le son imprescindibles.