En el norte de Perú, una práctica fúnebre única ha echado raíces, donde los «bailarines de la muerte» cargan el ataúd de los difuntos mientras realizan coreografías al ritmo de bandas locales. Inspirados en los «dancing pallbearers» de Ghana, estos cargadores fúnebres de Huacho, una ciudad costera a 148 km de Lima, transforman los funerales en celebraciones de vida. Alex Canales, director de la compañía de Cargadores Fúnebres de Huacho y pionero de este servicio, indica que lo que comenzó como una oferta singular hace ocho años, ahora se ha convertido en una tradición festiva extendida por varias ciudades como Huaral, Barranca y Huarmey, ofreciendo hasta 20 servicios al mes.
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Recientemente, Marcelino Jamanca, un agricultor local, fue despedido de esta manera tras su muerte por cáncer. Cuatro hombres, alternándose entre seis, llevaron su ataúd por las calles al son de huaynos, marineras y cumbias, mostrando que en esta región, recordar a los seres queridos debe ser una expresión de alegría. Este servicio, que combina el respeto por los fallecidos con la celebración de su vida, cuesta aproximadamente 106 dólares y dura cerca de una hora y media, incluyendo pausas para honras fúnebres y cambios de ritmo musical, culminando con chorros de cerveza sobre el féretro en señal de un último adiós jubiloso.
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