Carlos III, monarca británico de 75 años, ha sido diagnosticado con cáncer menos de año y medio después de ascender al trono tras el fallecimiento de su madre, Isabel II, según anunció el Palacio de Buckingham. La enfermedad fue detectada tras una intervención quirúrgica por hipertrofia benigna de próstata en enero. A pesar del diagnóstico, el rey ha iniciado un tratamiento y, siguiendo el consejo médico, reducirá sus compromisos públicos, aunque continuará atendiendo las tareas de Estado. Esta situación se suma a otros desafíos de salud enfrentados por miembros de la familia real, incluidas las operaciones de Catalina de Gales y el cáncer de Sarah Ferguson, y ha generado un amplio respaldo público hacia el monarca, destacando el deseo del primer ministro Rishi Sunak por su pronta recuperación.
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La decisión de Carlos III de hacer público su diagnóstico marca un notable cambio hacia la transparencia en asuntos de salud dentro de la familia real, rompiendo con la tradición de privacidad que prevaleció en el pasado. Este gesto no solo busca prevenir especulaciones sino también fomentar la conciencia sobre el cáncer a nivel global. La reacción pública ha sido de apoyo, con un incremento en las consultas sobre esta enfermedad en el NHS, reflejando el impacto positivo de la apertura del rey sobre su estado de salud. Además, este acontecimiento podría reavivar debates sobre la sucesión real, especialmente considerando la popularidad de su hijo, el príncipe Guillermo, en contraste con la del propio Carlos III.