Por : Emerson Soriano
emersonsoriano@hotmail.com
En estos días he visto a Vinicio Castillo Semán arreciar su actividad en las redes en relación con el tema que identifica a su familia y al colectivo político que representa, la Fuerza Nacional Progresista, que no es otro que la lucha por la preservación de nuestra soberanía y contra los peligros que la amenazan. También he notado que Vinicito, como se le conoce popularmente, ha estado siendo objeto de burlas a causa de la recurrencia con que aborda el asunto y la vehemencia que observa en su tratamiento. Eso me puso en la situación de hacer una reflexión pública sobre este tema que –como he dicho en otras ocasiones– resulta tan apasionante para el debate como preocupante por su impacto.
Todo el mundo sabe que no soy xenófobo ni racista. Por lo que mi identificación con la idea precautoria de ahorrarnos las dificultades que se derivarían del statu quo haitiano hay que enmarcarla en el ámbito de las preocupaciones normales de un buen dominicano. No he tratado a Vinicio Castillo Semán más allá de un saludo en un pasillo o en una actividad donde hayamos coincidido en algún evento social o político.
Quizá Vinicio ni se acuerde de quién soy, pero ello no es óbice para que ejercite mi capacidad de razonamiento y mi responsabilidad patriótica de coincidir con cualquiera que, al igual que Vinicio, entregue tanto de su tiempo a una causa tan digna como la que encarna.
Por lo anterior, quiero que me permitan reiterar que cualquiera puede estar o no de acuerdo con Vinicio Castillo Semán, pero nadie le podrá regatear que tanto él como su familia han llevado la voz cantante en la lucha contra la amenaza que representa la situación actual del pueblo haitiano para nuestra preservación como nación. Y también le reitero a Vinicio Castillo que no se preocupe por los mendicantes de la estima foránea que,habiéndola recibido fingidamente, y en la creencia de que tal cosa borrará su condición de advenedizos, se hacen los graciosos burlándose de él; porque aquellos seguirán siendo advenedizos y tontos útiles, ya que la estirpe no se compra en el quiosco de la esquina. Pero, además, al final se quedarán solos: la gente común no se juntará con ellos porque creerá que pertenecen a las élites, y las élites los evitarán porque saben que son comunes. Oigamos a Vinicio Castillo hoy para no anhelar su lucha mañana.