Tiro al blanco
Rafael L. Olivo
La contundente victoria de Donald Trump en Estados Unidos ha enviado hondas de choque a todo lo largo y ancho del planeta, las consecuencias la encontramos por todos lados, desde la política a la cultura, y de esto último vamos a hablar ahora.
La cultura “woke”, la misma que, entre otras cosas, promueve agresivamente la agenda LGTBQ+, avanzó de una manera impresionante en los últimos cuatro años, al punto, de haber obtenido del poder de una dictadura en toda regla, amparada por el gobierno “woke” demócrata en la potencia del norte, la censura y la cancelación.
Llegaron al extremo de prácticamente obligar a medio mundo a hacer lo que a ellos les daba la gana, sus acciones fueron tan amplias que, en Estados Unidos y Europa, no había un centro educativo primario, medio o superior que en junio no exhibiera la Bandera Gay (LGTBQ+) durante todo el mes, cambiándola, incluso, por la del propio país si era necesario.
Durante todo el año las tiendas exhibían juguetes, ropas y atuendos abiertamente homosexuales, las escuelas llevaban “drag queen” a leerle a los niños, las bibliotecas exhibían y prestaban libros de abierto contenido homosexual a niños tan pequeños como de cuatro años, no había una película o serie de televisión donde no aparecieran media docena de gays y lesbianas, incluso, llegaron al extremo de contaminar películas animadas de niños con escenas lésbicas y gays, en fin, la degeneración “progress” liberal no encontraba límites.
Pero el triunfo de Trump ha causado una conmoción tal, que ya empresas como Disney, Netflix y todas las demás están tomando notas, la más reciente ha sido la cadena minorista “Walmart” que ha anunciado que abandonaba todas sus políticas “woke”, lo cual es un duro golpe para la izquierda, entre las medidas de esta tienda está que eliminarán toda promoción transgénero de sus estantes, dejarán de darle fondos a eventos sexualmente inapropiados para niños, entre muchas otras acciones, incluyendo abandono de políticas “DEI” (diversity, equality and inclusion), que no era otra que forzar a empresas e instituciones a contratar gays, lesbians, trans y de color, no por sus capacidades, sino por cuotas obligatorias.
Por cierto, el mayor abanderado de esta cruzada anti woke es Robby Starbucks, quien, a pesar del nombre que lleva, es un descendiente de cubanos, por lo que no, no es una cruzada “racista” y, por otro lado, la pérdida de dinero y/o clientes por parte de las empresas, también apoya este cambio de rumbo.