Quiénes jardín y quiénes pantano

OTEANDO

EMERSON SORIANO

Los avances tecnológicos no aportan solamente grandes beneficios de etiología y fines éticos para la humanidad. Hoy día, han contribuido al desarrollo de una industriosa estructura del mal que deja pingües beneficios a sus operadores, precisamente a partir la distribución de las llamadas “Fake News” (noticias falsas) y, más particularmente, de la puesta en circulación de denuncias hijas de las mentes más fértiles en la producción de calumnias que, indiferentes de la frontera entre moralidad e inmoralidad, aspiran obtener como “correlato” ventajas materiales por su “ingenioso aporte”.

Así, es lamentable decir que por estos días el ejercicio de la función pública representa, de manera latente, lo que llamo “un accidente a punto de ocurrir”. No porque necesariamente así lo procure el funcionario que ostenta un cargo, sino porque a ello lo expone la famosa industria antedicha. Con la ventaja para los operadores de tal industria de que, de la calumnia, algo queda. Porque, después de esparcir el saco de mostaza que representa su malsana denuncia, le será imposible recoger, uno por uno, la totalidad de sus granos. Esto es, no valdrán arrepentimientos ni aclaraciones que restituyan en su totalidad la bien ganada, pero afectada reputación del o los funcionarios calumniados.

Todo lo anterior viene a cuento a propósito de los comentarios generados en torno a las licitaciones que ha realizado la Junta Central Electoral para adquirir materiales accesorios que servirán para la confección del producto final que será la nueva Cédula de Identidad y Electoral. Ha habido algunas “mentes fértiles” denunciantes del peligro que representa el hecho de que una misma empresa participa en diferentes consorcios que, a su vez, han ganado licitaciones para suplir materiales necesarios para la confección de diferentes documentos de permisos e identidades que se dispensan en diferentes instituciones del Estado. Es posible que tal empresa esté presente en dichos consorcios. Lo que en modo alguno es cierto es el “peligro” que se quiere deducir de ello, máxime, si tomamos en cuenta que, en cada consorcio, la dicha empresa provee bienes o servicios distintos y, sobre todo que, ni conjugando el acervo informativo así obtenido podría alcanzar a conformar un universo de data que represente el riesgo en la seguridad que se pretende “certificar”.

Como colofón -y como las referencias son muestras de confianza-, quisiera dar el siguiente testimonio: que conozco personalmente presidente de la Junta Central Electoral, Román Jáquez Liranzo, a su miembro Rafael Armando Vallejo Santelises y al miembro Samir Chami Isa. Son sendos monumentos a la transparencia en la función pública. Y, aunque no conozca personalmente las otras dos miembros, nunca he oído cuestionamiento alguno sobre ellas. A todos les reconozco, pues, una probada reputación de funcionarios serios. Es verdad que “cuando el rio suena, piedras trae”, pero también es verdad que, el río no es algo heterónomo, al que alguien pueda poner a sonar si no trae piedras.  Pero, aun si mi opinión no satisficiera la suspicacia de los amargados del éxito ajeno, la mejor referencia de la seriedad de estos funcionarios en el ejercicio de sus funciones la constituye el hecho de la reelección de cuatro de ellos y la promoción a miembro de una suplente del periodo anterior.

De modo que, quienes han intentado crear una nebulosa en torno a estos funcionarios probos, han ido por lana y han vuelto trasquilados. Hasta aquí mi opinión sobre los hechos y las personalidades concernidas en el relato. Dejo a la apreciación de mis amables lectores decidir a quiénes asignar el papel de jardín y a quiénes el papel de pantano. O, lo que es lo mismo, quiénes están produciendo flores y quiénes espinas para el proceso democrático de la República Dominicana.