La designación de Magín Diaz en el Ministerio de Hacienda, constituye uno de los cambios más trascendentes que ha hecho el presidente Luis Abinader en mucho tiempo. Se trata de un técnico con un completo acervo en materia económica y de vasta experiencia de Estado que, con seguridad, será de gran apoyo en la implementación de políticas eficaces en procura de la adecuación de nuestro desempeño económico a la realidad nacional e internacional. Magín no solo es un estudioso aprovechado de la disciplina económica, sino que también es un prestigioso académico de nuestro país, dueño de un estilo en el que se conjugan saber y vocación de servicio con su carácter asertivo.
Asimismo, fue viceministro de Crédito Público, y tiene una vasta experiencia en el desempeño de las áreas sustantivas del Ministerio de Hacienda, a saber, Dirección General de Presupuesto, Contraloría General de la República, Tesorería Nacional y La Dirección General de Impuestos Internos -el brazo de la Administración Tributaria que exige el trato más frecuente con los contribuyentes a juzgar por la pluralidad y variedad de tipos-, de la que fue director durante varios años, acumulando una gran reputación como excelente recaudador, con cifras récords en su momento.
No me siento convocado a jugar a la adivinación, señalando los asuntos que tuvo a bien tomar en cuenta el presidente Luis Abinader a la hora de hacer una designación tan honrosa como la de Magín Díaz al frente del Ministerio de Hacienda; pero, de lo que sí estoy seguro es de que hará un buen papel. Esto, tomando en consideración todo lo expresado anteriormente. Y me detengo en el simple y poco abarcador pronóstico de “un buen papel”, porque para nadie es un secreto que los funcionarios terminan condicionados por la macrovisión presidencial del ejercicio del poder y del Estado en su conjunto. De manera que, con frecuencia, la visión del funcionario deviene una variable subsidiaria -incluso neutra a veces- apenas si coincidente con la óptica de lo conveniente políticamente que tiene el presidente de la república. Y aquí recalamos, otra vez, en la eterna tensión entre el remedio necesario y el paliativo.
Como resultado, felicito a Magín Díaz por esa nueva oportunidad que Dios ha puesto en sus manos para hacer su contribución a la construcción de una Administración Tributaria que se acerque a lo que él considera reclama no solo el país que tenemos, sino también -y más particularmente- el país que necesitamos y deberíamos querer. Le deseo todos los éxitos del mundo en una labor que exige tanta concentración y tanto tiempo de quien le toque desempeñarla, y felicito al presidente Abinader, ya que esta designación constituye un verdadero acierto.