La crisis migratoria que afecta a todo el mundo occidental, impulsada por la agenda globalista con fines espurios, no deja de ser un gran problema de incalculables consecuencias, que podría traer enfrentamientos raciales a la más mínima provocación.
Las redes sociales nos muestran a ciudadanos de orígenes extranjeros golpeando, mutilando y hasta asesinando a la población local, vídeos de estos jóvenes haciendo levantar a viejecitas de sus asientos de trenes de mala manera solo porque a ellos les da la gana, está provocando animadversión entre los locales, lo cual convierte a estos países receptoras de grandes migraciones en una bomba de relojería.
Pero ¿qué oculta realmente esta explosión migratoria impulsada sobre todo por la izquierda? ¡¡Mano de obra barata!! Mientras el enfoque de la derecha sobre los países pobres es ayudarles a progresar para que sus ciudadanos no tengan que ser “refugiados económicos”, el enfoque de la izquierda es atraer esa masa de pobres a trabajar a los países más rico, para tener una fuente inagotable de mano de obra barata, lo cual repercute directamente en sus ganancias, al tiempo que le causan a los países receptores un quebradero de cabeza para proveer servicios de calidad a una población cada vez más creciente y que, en muchos casos, termina viviendo del Estado o, al menos, abusando de sus servicios.
Estos millonarios invierten de millones de dólares, convenciendo a la población local través de sus medios de comunicación y de sus miles de ONG’s, de que rechazar dicha invasión es amoral e inhumano, y que cualquiera que se pronuncie debe ser rechazado, logrando engañar así a la mayoría.