Para nadie es un secreto que no es raro el día que un haitiano mata y/o mutila un dominicano, muertes y mutilaciones que, salvo contadas excepciones, las mismas son expuestas por la prensa nacional y NUNCA por la internacional.
Familias completas han sido asesinadas por haitianos sin necesidad, dominicanos que, incluso, han estado durmiendo en sus camas, o mujeres que han estado sentadas lejos de donde se inició el robo o conflicto, y teniendo ellos la situación bajo control, les han asesinado, lo que demuestra un ensañamiento particular, odio.
Y a eso me refiero cuando digo: “Llamemos las Cosas por su Nombre”, si en vez de ser dominicanos cayendo como moscas a manos de haitianos, fueran haitianos quienes fueran asesinados por dominicanos, inmediatamente el Gobierno Haitiano, el Centro Bonó, los jesuitas, la OEA, la ACNUR y demás yerbas aromáticas, señalarían el caso como “genocidio”, “holocausto”, xenofobia, racismos y otras lindezas, pero como los que caen son dominicanos, a nadie le importa y, por lo visto, a ninguno de los últimos gobiernos tampoco, hasta ahora, que Luis Abinader hace ademán de deportar y prohibir el “visado alegre” desde Haití hacia acá.
De las mujeres violadas por haitianos ni hablemos, se cuentan por cientos, y muy pocas hablan.
Rafael L. Olivo