OTEANDO
Por: Emerson Soriano.
Lo supe ayer, casi inmediatamente ocurrió. Miguel Ventura dejó una nota en mi móvil: “falleció Frank Viñas”. Frank Viñas nos había dejado como nos dejan todos, sin pedir permiso; en una aumentada incertidumbre acerca de la vida y la muerte, en el torpe silencio que apenas si interrumpe un sollozo. Se fue dejándonos tatuados en la memoria su hombría de bien, el tono afable de su trato, el mecido compás de un caminar que le fue tan propio como su sonrisa; en fin, la huella inmarcesible de su trato cordial, familiar, humano.
Frank fue de todos y para todos. Nunca se dejó seducir por los hábitos clasistas que adquieren o cultivan aquellos a quienes Dios les da la oportunidad de acceder las élites económicas, sociales o políticas. Fue manso de corazón y, si tal es el desempeño que atribuían los antiguos al panegírico, espero que lo esté oyendo para que reciba de mí los halagos que la prisa terrenal me impidió prodigarle en los momentos en que nos distraíamos de la muerte en medio de una copa o de amenas tertulias ocasionales.
Compartir con él siempre tuvo efecto balsámico. No le oí quejarse, si bien debió tener razones para ello, porque, como decían los romanos, “Rara vez otorgan los dioses todos los favores al mismo tiempo”.
Siempre se ha justificado la partida de los buenos con la excusa de que Dios los manda a buscar porque los necesita en el cielo. Pienso que tal cosa es una especie de consuelo inventado por nosotros mismos para enfrentar los agravios de la muerte odiosa y tirana. Dios le dio a Frank el tiempo que le tocaba en este plano -supongo- para que enseñara con su filosofía de vida que los golpes doblan, pero no rompen al hombre, y que la primera profesión que ha de aprender un ser humano es la de ser esencialmente bueno.
Sus deudos, sobre todo sus hijos, deberán estar orgullosos por siempre de haber tenido por padre a un hombre honrado, sin máculas de ningún género; que vivió para amar y supo hacerlo. Alguien que dio razones suficientes para ser comprendido, y no juzgado.
Hasta luego amigo. El todopoderoso te espera para coronarte con la gloria eterna, porque la ganaste en buena lid. Aquí estaremos los que dejaste, en cuyos corazones tendrás tu última morada