Por: Emerson Soriano
Ofrecer nuestra infraestructura hospitalaria y las atenciones médicas a los miembros de la misión keniana que se encuentra en Haití en tareas de pacificación, ha alarmado a más de un dominicano extraviado conceptualmente en ideas tales como soberanía, injerencia, vulnerabilidad, seguridad sanitaria, y demás aspectos a considerar en la cuestión. Está claro que los que así han reaccionado conocen poco, acerca de la gramática de la diplomacia. Esta no es la misma que la de la lógica ni admite razonamientos que la asuman como base interpretativa. Es, en resumen, la plataforma de un discurso orientado a la consecución de fines que cualquier profano ni siquiera sería capaz de imaginar. Pues, como siempre he dicho, en la mayoría de los casos de este género, los críticos no tienen suficiente información -como no puede ser de otra manera- para hacer un juicio objetivo. Pongo entre guiones que no puede ser de otra manera porque, ni modo que el Gobierno empiece a divulgar en atención a qué estrategia hace pronunciamientos, ofrece cooperaciones, o presta bienes y servicios a un organismo como la ONU. Esta es cuestión que compromete la seguridad nacional y, nadie, por hacerse el gracioso va a exponerla ante el primer capricho que impulse a los críticos.
La cuestión adquiere particular importancia si se la considera en atención a nuestra proximidad con Haití y a la única forma en que, dada esta, es prudente cooperar con los planes de la ONU sin que nuestras acciones puedan ser interpretadas como injerencia en sus asuntos internos: somos miembros de la ONU, y lo menos que podemos hacer es honrar los tratados internacionales que sean aplicables a la especie sin perjudicar nuestro papel de neutrales. Por ello, ningún haitiano podrá decir, justificadamente, que estamos haciendo injerencia, habida cuenta de que no solo estamos ofreciendo esa cooperación a las fuerzas kenianas en atención a la solidaridad comprometida en materia de conflictos bélicos donde participen este tipo de misiones, sino que, a diario, estamos ofreciendo esa solidaridad humana a todos los haitianos que habitan nuestro territorio en la prestación, sin discriminación, de servicios de salud y educación, entre otros. Más aún, lo ofrecemos a diario a cientos de mujeres haitianas parturientas a las que, ningún hospital nuestro les ha cerrado las puertas. Por todo lo anterior, considero injustificada la preocupación de algunos sectores acerca de los riesgos que implica el ofrecimiento de prestación de servicios médicos a la misión de pacificación de Haití encabezada por Kenia.