O.J. Simpson, la leyenda del fútbol americano y figura mediática de controversia, falleció a los 76 años tras una batalla contra el cáncer de próstata. Conocido por su destacada carrera como running back de los Buffalo Bills y por ser el primer jugador en la NFL en superar las 2.000 yardas en una sola temporada, su legado deportivo quedó marcado tanto por sus logros en el campo como por su ingreso al Salón de la Fama en 1985. Sin embargo, su vida fuera de los estadios capturó la atención del público global, especialmente por el juicio de alto perfil en los años 90, donde fue absuelto de los asesinatos de Nicole Brown Simpson y Ron Goldman, y su posterior condena en 2008 por delitos que incluyeron robo a mano armada y secuestro.
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La vida de Simpson estuvo llena de altibajos dramáticos, desde su aclamación en el deporte y su carrera en el entretenimiento, hasta su caída en desgracia pública. Su juicio por asesinato, cargado de debates sobre el racismo en Estados Unidos, y su condena posterior revelaron las complejidades de su figura pública. Liberado en 2017 tras obtener la libertad condicional, Simpson pasó sus últimos años en Las Vegas, donde finalmente sucumbió a su enfermedad en medio del recuerdo de una nación dividida por su historia. Su fallecimiento cierra un capítulo en la historia cultural y deportiva estadounidense, dejando un legado complejo y multifacético.