OTEANDO
Emerson Soriano
Estás frente a él, su mirada se pierde en una suerte de escrutinio de tu persona que te inquieta, pues, tal ejercicio, en tu presencia, te hace sentir expuesto a la ajena e indescifrable introspección y produce en tu interior una sensación de desnudez inimaginable. Pero, tranquilo, no hay qué temer, su mirada es solo el reflejo del estadio de sana paz que lo habita, si bien su vida pública le somete al estrés más desgarrador. Una paz con la que parece haber venido al mundo para permitirle asumir el trato con los demás sin ninguna suerte de prejuicio, en la inteligencia de que, procurar sus metas, en modo alguno exige destruir al otro. Por eso disfruta los dones que Dios le da sin detenerse a compararlos con los ajenos, solo atiende lo que le corresponde y sabe le toca por derecho de conciencia.
Posee el aura de los grandes, mas no alardea de ello, no la aprovecha para aplastar. Está seguro de lo que le pertenece por sus propios méritos, y nunca regatea los ajenos. Sabe armar un equipo productivo de la misma manera que un estratega militar alinea los soldados en la guerra destinada a la la segura victoria. Posee un concepto de la amistad muy escaso hoy día, si bien tiene muy desarrollado un sentido de la diferencia que le permite distinguir entre la rebajada lisonja y la necesaria asertividad. No tiene el afán social de los “incompletos” ni necesita la afirmación ajena para ser. Se basta a sí mismo sin despecho o rechazo de la cooperación ajena. Sus bienes más preciados son su familia, su salud y los amigos verdaderos, por los que es capaz de llegar hasta el sacrificio de sus propios intereses para hacerlos felices. En esto último invierte un importante porcentaje de su tiempo activo: parece que su felicidad se completa con la ajena.
En fin, es dueño de sí mismo sin negarse a pertenecer a los demás, pues nada evitará que los demás – como sucede con todos los grandes- lo perciban siempre con cierto sentido de pertenencia, algo que no debe desagradarle, porque es humano, y es natural que “a nadie le amargue el dulce” y, lo último que pierde el hombre no es la esperanza, sino la vanidad. De esta ninguno logra librarse totalmente. Si bien sé que él la mantiene a raya con mucho éxito. Con todo, ni con tantos atributos, puede sentirse a recaudo de los amargados de sus victorias. Pues, la mediocridad siempre encuentra nido y siempre habrá quienes padezcan la ruta que traza y teman las metas que alcance. Él es Joaquín Guillermo Estrella Ramia, fundador de la firma de abogados Estrella &Tupete, posicionada entre el top cinco más abarcadora en materias trabajadas y calidad y nivel de los servicios que ofrece en todo el territorio nacional y en el ámbito internacional. Me honra y distingue su sana amistad y formulo mis mejores votos al creador por la prosperidad de sus emprendimientos, los cuales son exitosos porque son pensados siempre a partir de su fe en Dios y en atención a contribuir con la grandeza del país.
