OTEANDO
Emerson Soriano
El “cerco múltiple” ejercido por Estados Unidos sobre Venezuela se redimensiona, a juzgar por las articulaciones estratégicas que está poniendo en práctica aquél con sus aliados del área que, de alguna manera, son receptores del impacto -positiva o negativamente estimado- del statu quo venezolano. Es una consecuencia del realismo político resurgido, al menos de modo manifiesto, en el enfoque geopolítico del gran imperio en su necesario afán por mantener su poder y hegemonía ante la amenaza contra la pervivencia del sistema democrático-liberal que representa en relación con su más peligroso rival, China.
Y es que el caso no es comparable con el de Cuba. Ésta ha mantenido su sistema –hoy manifiestamente maltrecho- no porque en sus inicios haya despertado en Rusia un interés económico de importancia. Cabe aclarar que, por la misma causa, hoy tampoco lo despierta en China. Rusia fue su cooperante atendiendo únicamente al interés político de expansión de su sistema. En cambio, Venezuela tiene riquezas que ofrecer, específicamente petrolíferas, que hacen de China un aliado interesado no desde una perspectiva ideológica -no lo necesita, porque no tiene, de manera sincera, esa preocupación ni siquiera a lo interno de su país-, sino un aliado que, entre otras consideraciones, podría prestarle su concurso al chavismo, para la retención del poder, en atención a las potencialidades económicas de Venezuela.
Por eso no vemos a Estados Unidos marchándole de manera radical o intensa al sistema cubano -los chinos no tienen ningún interés por Cuba-, pero sí al sistema venezolano, si alguno. Y es natural que lo hagan. Es una actitud hija de un enfoque realista de la política, de una circunstancia que lo obliga a hacer lo necesario para evitar una penetración más abarcadora por parte de los chinos en Venezuela: China es su rival coyunturalmente más perjudicial, y nadie puede pedirles que se crucen de brazos ante esa amenaza. Todo esto, con independencia de si Venezuela es o no el puente de narcotráfico que se alega. Aclaro que no estoy asumiendo partido, sino explicando causas.
Venezuela empieza así a padecer lo que Bismarck llamó “la pesadilla de las coaliciones hostiles”, un elemento más que se agrega a su condición de sitiada y que evidentemente persigue disminuir su capacidad de articulación y desplazamiento, en términos lícitos o ilícitos. Su situación en modo alguno es envidiable. Más bien es predecible que vaya perdiendo autonomía en su desempeño y el chavismo termine colapsando, pues el asedio no tiene otro fin que derrocar a Maduro sin poner un solo muerto estadounidense.
