En riesgo de falsificar la voluntad popular
OTEANDO

EMERSON SORIANO
En un intento tozudo y soberbio de legitimar un absurdo por medio de un método insatisfactorio, la diputada “representante” del municipio de Dajabón, Daritza Zapata, según he visto en el grupo de chat denominado “Dajabonero siempre”, ha convocado para el viernes 10 de los corrientes a las 5:30 horas de la tarde, para el local del club “Ensueño dajabonero” de aquella ciudad, a una “consulta ciudadana”, sobre la procedencia de cambiar el nombre a nuestro hospital, cual es, desde hace ochenta años, Ramón Matías Mella.
A la diputada en cuestión, se le ocurre tal idea después de haber propuesto en su Cámara un anteproyecto de ley con tales fines -aprobado ya en dos lecturas y pendiente de conocimiento en el Senado- que ha recibido la desaprobación no solo de los dajaboneros sensatos que residen en dicha ciudad, sino de los que un día dejamos nuestro lar nativo en busca de avanzar para aportar a Dajabón y al país, quienes hemos creado todo un movimiento de opinión en contra del mismo, donde ya figuran concernidas personalidades como el director de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, don Juan Pablo Uribe, los poetas dajaboneros Alfonso Torres y Aristóteles Borronel Ponserrate, la icónica Carmen Inés Díaz, senadores de otras provincias, autoridades municipales y gubernamentales, y muchos otros representantes de la sociedad civil de Dajabón.
Los que nos oponemos, sentimos que no debe ocurrir tal cosa. No por falta de méritos del ciudadano dajabonero -ya fallecido-, doctor José Manuel Rodríguez (Chelín), cuyo nombre propone la “representante” sustituya el de Ramón Matías Mella, sino porque el nombre de un patricio no es como el de un artículo de consumo alimenticio o farmacéutico, que puede ser sustituido por otro con parecidos ingredientes básicos. El nombre de un patricio, entonces, no admite sucedáneos, máxime si tomamos en cuenta que el de Mella representa al de uno dos veces héroe: héroe de la independencia y héroe de la restauración y, además, vicepresidente de Gaspar Polanco.
Herida en su ego, por el apoyo que ha concitado nuestro punto de vista, la diputada recurre al único método que conoce para obtener la legitimación de sus pretensiones: la famosa “consulta” a la comunidad. Y no es raro que a ello apele. Está formada en un sistema con distorsiones capitales acerca de los conceptos de elección y representación. Habitamos un país que elige su representación política mediante dos fórmulas aberrantes, el voto preferencial y su hijo menor, el método D’Hondt, mismos que facilitan que, quien disponga de más recursos económicos, sin que necesariamente reúna los créditos morales o de competencias deseados, pueda ser “electo” como “representante”, falsificando así la voluntad popular. Aclaro que no estoy afirmando que haya sido el caso de la diputada Daritza Zapata, solo que, al estar influida por el sistema, no dudemos que el próximo viernes nuestra protagonista movilice en guaguas, motores y triciclos a sus acólitos, los lleve al club Ensueño dajabonero y monte allí el anhelado espectáculo de la “corroboración unánime de la comunidad” en relación con su anteproyecto.
Definido previamente el aberrante sistema de elección de nuestra representación, no hay por que pedir a nuestra protagonista que conozca de historia, antropología, sociología, filosofía ni de ninguna otra materia de esas que inspiran el pensamiento político. Ella es producto de un contexto sociopolítico que no requiere tales preocupaciones, y es probable que el sentido de lo histórico y el valor que tiene en la reafirmación de nuestra identidad como nación no estén incluidos dentro de sus prioridades. Y para colmo, decía Arquías, personaje ficticio de la obra “La columna de hierro”, de Taylor Caldwell: “No se puede arrojar el conocimiento sobre aquellos que no están en capacidad de convertirlo en sabiduría. Sería como alimento sin digerir aún la panza de un cerdo muerto”.
Nuestra “representante” hará su “consulta” y, de seguro, su anteproyecto será corroborado, no se verá contestada -son los suyos los que asistirán-, lo que volverá más túrgido su ego, pero no cambiará la verdad que argüimos, solo se habrá hecho recurrente el despreciable método de la falsificación de la voluntad popular, haciendo pasar por comunidad una simple muestra de esta sin ningún peso específico para dirimir en favor de la ciudad. Pero, al final, como la verdad tampoco admite sucedáneos, y la historia siempre deja a cada quien en su lugar, nuestra protagonista habrá quedado consignada como digna sustituta de “don Melesio Morrobel” o de Sancho Panza, así termine sus días regodeándose en su ínsula Barataria.
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