domingo, agosto 17, 2025
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Tres juezas autónomas

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Emerson Soriano

El jueves pasado, el país conoció a primeras horas la noticia de que el Segundo Tribunal Colegiado del Distrito Nacional, apoderado del caso contra dos hermanos del expresidente Danilo Medina y varios coacusados de corrupción administrativa y desfalco al Estado, había dictado sentencia al respecto. La noticia recorrió como pólvora todo el país. Unos celebraron y otros se quejaron del resultado de la indicada decisión. Y es normal que ello ocurriera, pues, en un país tan político como el nuestro, la imparcialidad deviene fruto exótico. Casi todos tienen identificación con una u otra parte. Los profanos en la materia se despacharon con toda suerte de juicios, claro que juicios condicionados por la retahíla de opiniones precedentes, emitidas por la miríada de “expertos” que habitan las plataformas digitales. Es un fenómeno que seguiremos viendo por mucho tiempo, pues falta mucho por hacer en nuestro sistema educativo para llegar a formar verdaderos ciudadanos críticos. Entre los que tienen un poquito más de información se oyó conjeturar acerca de la indulgencia judicial, unos, acerca de la avidez persecutora del Ministerio Público, otros. Pareció que el suceso no tiene nada que enseñarnos, que no será productivo para la democracia. Con todo, desde mi modesta perspectiva, todo lo anterior sigue determinado por los versos de Ramón de Campoamor : “Y es que en el mundo traidor, nada hay verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Pero, ¿es esto todo cuanto hay? En modo alguno. Hay beneficios. Hay un grito de advertencia desde el tribunal por parte de una jueza que se yergue contra la perniciosa heteronomía, una voz de alarma que nos habla de un giro positivo en la judicatura. Unas juezas han sido puestas a trabajar de más, habida cuenta de que, todo lo que a una parte en juicio se le antoje elemento probatorio, debe ser examinado en detalle por el juzgador, sin importar qué intereses lo activa.

Decepcionadas por el uso abusivo de las vías de derecho, nuestras juezas asumen la perspectiva de ciertas defensas técnicas y se refieren a “los contenedores de pruebas”, en franca alusión a los baúles arrastrados hasta el tribunal contentivos de muchos documentos repetidos, elementos “probatorios” considerados como uno solo, como el caso de memorias electrónicas que, al ser abiertas, contenían miles de páginas, etc. Pero ese grito dice más, nos habla de una judicatura que se levanta en su autonomía y evita someterse a los designios del Ministerio Público, una judicatura a la que se puede apostar, y hay que felicitarla por ello.


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