REDACCION.- Miles de personas continúan removiendo escombros en Mandalay, Myanmar, tras el devastador terremoto de magnitud 7,7 que sacudió el país el pasado viernes, dejando al menos 1,644 muertos y más de 3,400 heridos, según cifras oficiales. El sismo, cuyo epicentro se localizó en Sagaing, fue seguido por una potente réplica de magnitud 6,7, agravando los daños en zonas como Mandalay, donde colapsaron edificios, templos y puentes. La situación es crítica en un edificio residencial de doce pisos, donde se teme que más de 90 personas permanezcan atrapadas. Mientras tanto, hospitales colapsados atienden a heridos en espacios improvisados, y la escasez de insumos médicos complica aún más la emergencia.
La comunidad internacional ha comenzado a responder al llamado de ayuda del régimen militar, con India enviando suministros, China desplegando rescatistas y otros países como Corea del Sur, Malasia y organismos como la OMS ofreciendo apoyo. Sin embargo, las labores de rescate enfrentan constantes réplicas y una infraestructura debilitada por años de conflicto interno y aislamiento. La ONU advierte que la tragedia se suma a una crisis preexistente: más de 3,5 millones de desplazados y 15 millones de personas en riesgo de hambruna para 2025. En medio del caos y la incertidumbre, los propios ciudadanos de Mandalay lideran los esfuerzos de búsqueda, impulsados por la esperanza de hallar sobrevivientes entre los escombros.