domingo, marzo 9, 2025
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Aplausos no legitiman discurso presidencial

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Emerson Soriano

El presidente Abinader pronunció, el pasado 27 de febrero, su discurso de rendición de cuentas ante la Asamblea Nacional, habiendo resultado la intervención de su genero acaso más aplaudida de todos los tiempos. Sería mezquino negar que el presidente ha venido perfeccionando su estilo discursivo, alcanzando un diestro manejo del recurso retórico. Mantuvo su auditorio prodigándole aplausos en grado tal que, por momentos, su sonido interfería con el de sus palabras. Pero la realidad puede en ocasiones superar las palabras, y viceversa. Asimismo, cabe recordar que se realiza el acto de rendición de cuentas porque está prescrito constitucionalmente y, por ende, es recurrente y estable en el tiempo, factores que le asignan el carácter de institución, de rito o ceremonia.

Sin embargo, preciso es aclarar que a dicho acto jamás se invitó a un colmadero ni a un “Delivery”. Los que allí asisten no son los que comen fiado ni los que se trasladan en el Metro. Son los componentes del establishment, es decir, del grupo que ejerce el poder en sus diferentes facetas. A unos los puede condicionar su situación de funcionarios, a otros, su situación de beneficiarios del sistema. Todos se suponen dueños de un holgado desempeño. El sistema les garantiza su statu quo, lo menos que pueden hacer es celebrar. Claro que, un aplauso, no alcanza a conjugar este verbo en la vastedad que su caso reclama. Lo mismo que, ni una miríada de aplausos, bastará para legitimar un discurso presidencial de rendición de cuentas. Lo que sí lo legitima es su correspondencia con la realidad, y más aún, la percepción de la población -derivada en reconocimiento- de que enuncia conquistas tangibles, logros de los que material y espiritualmente se considere beneficiaria.

Pero, ¿he querido decir con todo lo anterior que el discurso del presidente Abinader fue vacío, malo? En modo alguno. Ha sido un buen discurso. Y si he mencionado los aplausos no ha sido sino para destacar que, con independencia de que se lo hubiesen prodigado o no, aquél llenó su cometido, y no fue diferente del que han pronunciado otros presidentes, si lo juzgamos conforme a su objetivo. Como tampoco será diferente la reacción de la oposición cuando diga que pareció haber estado hablando de Suiza. Repito, es solo un rito que hay que cumplir, es más, en ambos casos. Sin, embargo, nadie está en condición de adivinar en cuál de estos se esté apostando decididamente a aquella famosa frase, atribuida -sin confirmación objetiva- indistintamente a dos papas, que dice: “El mundo desea ser engañado, engañémosle”.

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