REDACCION.- En Estados Unidos, el horario de verano (Daylight Saving Time, DST) se aplica de manera general, excepto en algunos estados y territorios que han optado por no adherirse. El cambio se realiza el segundo domingo de marzo y concluye el primer domingo de noviembre. En 2024, la medida, que ha sido implementada para optimizar el uso de la luz diurna y generar ahorros en energía y economía, finalizará el 3 de noviembre, cuando a las 2:00 a.m. se retrasarán los relojes una hora. No obstante, el horario de verano ha sido objeto de debate por su impacto potencial en la salud y el bienestar; algunos estudios apuntan a problemas en el sueño, el estado de ánimo y la productividad, generando tensiones entre sus beneficios y efectos adversos.
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A pesar de los cuestionamientos, el horario de verano sigue vigente en la mayoría de EE. UU., salvo en lugares como Hawái, gran parte de Arizona, y algunos territorios como Puerto Rico y las Islas Marianas del Norte. En años recientes, 19 estados han aprobado leyes para implementar el horario de verano permanente, a la espera de que el Congreso lo permita. Los argumentos a favor incluyen los beneficios económicos para sectores como el comercio y el deporte al aire libre, mientras que los críticos advierten sobre posibles riesgos a la salud, como el aumento en los accidentes cerebrovasculares y problemas cardíacos.