Por: Ricardo Nieves
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La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) aprobó, el pasado 5 de julio, la designación de “Madre de las Aguas” como nueva Reserva de Biósfera para la República Dominicana. Enclavada en el corazón país (Cordillera Central), el área involucra 11 provincias y 35 municipios, superficie que abarca 9,374 km cuadrados y más de 472 mil habitantes, incluidas 3 reservas científicas, 2 monumentos naturales y 2 reservas forestales. Indispensable, “contribuirá a la preservación de 709 ríos y arroyos en 7 de las principales cuencas hidrográficas: Yaque del Norte, Yaque del Sur, Yuna, Nizao, Ocoa, Artibonito y Haina. La conservación de cuatro ecosistemas diferentes que albergan 88 especies aviares, de las cuales 20 son endémicas y 17 están amenazadas, entre ellas el gavilán nativo, en peligro crítico.” Esta salvaguarda ecológica entroncará con el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), acorde con la ley 202-04, al fomentar “la conservación y preservación de los diferentes ecosistemas y el patrimonio natural y cultural de la República Dominicana”. ¿Cuál es la situación de las áreas protegidas, que prosiguen sometidas a invasiones, degradaciones y amenazas constantes?
Invadida y devastada, la Cordillera Central. El caudaloso río Yuna nace en Cerro Montoso, vertiente sureste de la Cordillera Central y se extiende 210 kilómetros hasta Boca de la Mata en Samaná, compartiendo una hermosa y rica biodiversidad que parte del Parque Nacional La Humeadora (Eugenio de Jesús Marcano). Al extremo noroeste del parque, en Villa Altagracia, nace el río Haina y sus afluentes (Isa, Mana y Duey) y más del 50% de los tributarios del Nizao. Dentro del Parque Nacional Valle Nuevo, Nizao recibe, entre otros, los aportes de Mahoma, Mahomita, arroyo Grande y Banilejo, erigiéndose en fuente capital para la presa Jigüey-Aguacate y contraembalse Las Barias, la mayor central hidroeléctrica del país que, junto a la dupla Haina-Manoguayabo, sostienen la principal arteria del acueducto de la capital.
Valle Nuevo. Extraordinaria formación de 910 kilómetros cuadrados entre las provincias de La Vega, Monseñor Nouel, San José de Ocoa y Azua, su mayor valor radica en la capacidad recolectora de agua para las tres grandes cuencas hidrográficas de Nizao, Yaque del Sur y Yuna.
Variada y prolífica, la cuenca del Yuna, tejida de manantiales y numerosos humedales (300 afluentes), es de altísimo interés ecológico-humano, hidroeléctrico y agrícola. Pero su vitalidad continúa amenazada: una carretera -fantasma- levantada sin estudio, autorización ni permiso, atraviesa la zona del Torito y sube hasta Los Novillos, muy próximo a su nacimiento, donde brota, prístino, el arroyo Los Pejes, mientras la embestida del conuquismo y la ganadería agravan su lecho. Anteriormente, el INDRHI, intentando preservarlo de intrusiones dañinas, compró a varios campesinos “que luego regresaron y volvieron a vender” …
Atravesando El Torito y La Placeta, aparece el Pino, unión del arroyo Blanco y Yuna; la carretera aquí brota como una cicatriz en tierra viva, agregando lodo, sedimentos y contaminación. De vocación forestal e hidrológica, vedada a otras actividades, el área luce menoscabada por la siembra permanente de papas, zanahoria y orégano. En la orilla, entre pronunciadas inclinaciones y ondulantes paisajes, un conuco irregular de café remata la agresión y el riesgo contra el río más copioso de la nación.
Entre arroyo Los Pejes y Blanco, violentando el margen de 60 metros de protección y las leyes 64-00 y 202-04, dos invernaderos se levantan impunemente, dentro de los puntos limítrofes que separan las provincias de Ocoa y Monseñor Nouel. Algunos campesinos construyen explanadas, aniquilando los pocos manaclares que quedan en ese lado de la Cordillera Central, con estribaciones que superan los 2 mil metros de altura.
Sobre los límites del Parque Nacional Valle Nuevo se cierne otra preocupación. Para representantes de la Federación de Campesinos hacia el Progreso o fueron removidos o estrechados, pues, las actividades agrícolas y ganaderas saltaron los linderos originales del área protegida sin explicación. El emblemático Salto del Rodeo, reserva nacional, sorpresivamente luce fuera de la zona, asediado por cultivos ilegales (chinola y agroquímicos), afectando el bosque virgen donde un ciudadano apellido Espaillat actúa cercenándolo.
En Las comunidades del Torito, Las Placetas, El Pino, Los Novillos, Colorado, La Yautía, La Ensenada y Sonadorcito, próximas a la naciente del Yuna, el cultivo de orégano, cilantro ancho, chinola y otros, enseña deterioro progresivo, erosión y sedimentación de la cuenca. La ganadería, intensa y voraz, empeora y se adueña de la parte alta de la montaña ante la ceguera oficial. Bordeando las comunidades del Candongo y El Higo, debajo de Tireíto y arroyo Caña, la zona sufre los daños de una labranza masiva de orégano, perjudicando la parte media y el seno profundo del macizo cordillerano. En conjunto, los parques Juan Bautista Pérez Rancier (Valle Nuevo), Eugenio de Jesús Marcano (La Humeadora), Monumento Natural los Altos de Jima y Reserva Las Neblinas (Bonao-Constanza), configuran la mayor reserva acuífera de la amenazada cuenca del Yuna.
Del lado noreste de la Cordillera queda la cuenca del Camú (101 Km), que desemboca cercano a la presa de Hatillo; más adentro y al Este, nace el río Jima (12 saltos, Monumentos Naturales) en la reserva científica de Las Neblinas, vaso fundamental para la presa de Rincón.
La cuenca del Yuna (5,498 km2) alimenta canales de riego para más de un millón de terrenos cultivables, suple al complejo Río Blanco, arquitectura hidroeléctrica formada por Pinalito, Blanco, Arroyón y Tireíto, y en Yuboa, la presa Aniana Vargas. En la cuenca media, nutre la de Rincón y la impresionante presa de Hatillo, además de bañar las provincias Monseñor Nouel, La Vega, Sánchez Ramírez, Duarte, María Trinidad Sánchez y Samaná. Pese a tantos y valiosísimos aportes su deterioro persiste, implacable.