La herida de la posibilidad
Por Emerson Soriano
“Hay que mantener abierta la herida de la posibilidad”.
Kierkegaard.
Recientemente se esparció, como pólvora, el rumor de que Danilo Medina, Leonel Fernández, Abel Martínez y Miguel Vargas Maldonado habían sostenido un encuentro secreto en Punta Cana y, a pesar de que fue solo eso, un rumor, hubo toda una algarabía en lo que se pudiera llamar el pueblo peledeísta (todos los que están dentro del PLD o simpatizan por ese partido, y todos los que están dentro de la FP o simpatizan por ese partido).
Unos y otros vivieron la ilusión momentánea de ver cristalizado el tan anhelado sueño del reencuentro que tanta brega les ha dado a sus dirigentes. Y es que, la existencia de esos dos partidos, en el estado en que se encuentran, o sea, separados, es una consecuencia de los egos de sus élites que no han sabido entender su rol histórico, poniendo en riesgo no ya su futuro político, sino su propia reputación personal; porque acusan lo que Javier Marías, en su novela “Tu rostro mañana” denominó “horror narrativo” que, según Marías, no es otra cosa que la conducta atribuida a ciertos personajes públicos que tienen demasiada conciencia de serlo y que se preocupan por el conjunto de su historia y el acabamiento de su figura. De seguir así, obtendrán por sus propios medios todo aquello que pretenden evitar. El ego es el enemigo número uno de la grandeza. Todo el que le rinde culto se ve reducido, con el tiempo, a la condición de enano. Y los enanos piensan que el poder político se hizo solo para ellos, no se conciben fuera de él, porque sienten que desde el exilio del poder político su vida no tiene sentido. Obrando así, dejan de lado la posibilidad de trascender su propia época, quedándoles reservada la condición de hombres episódicos, incapaces de asumir un magisterio que los eternice en la memoria colectiva. Ahora es el momento que tienen para exhibir grandeza. Hay toda una legión de hombres y mujeres cocinándose en la pira de la tozudez de esa élite de ambos partidos que no les va a perdonar que la mantengan fuera del poder. Y los grandes hombres no permiten que el ego afecte su buen juicio. No deberían ser esclavos de las cicatrices del desencuentro. Más bien deberían hacer como decía Kierkegaard: “Hay que mantener abierta la herida de la posibilidad”, y ustedes son la condición de esa posibilidad. Pueden intentarlo.